Reseñista y cuentista venezolana. Apasionada de la lectura, Blanca Arbeláez es colaboradora permanente de periódicos y revistas literarias del país.
Carga y Destino
Iba con su carga pesada. Decidí seguirla. Me pregunté en voz alta sobre su destino. Alguien a lo lejos contesto: No sólo sabe a dónde va sino que encontrará el mejor camino. Decido observarla. Me acerco cautelosamente para no interrumpir su trayecto. Pero ella se detiene sin descuidar la carga. Presiento su cansancio o es que tal vez intuye mi presencia. Me alejo sin perderla de vista. Ella entonces reanuda su andar. Se decide por una cuesta de ladrillos ancianos. Esquiva sus agujeros que quieren tragarla. Retrocede. Se detiene de nuevo. Pienso que descansa. De pronto, una tan igual a ella se le acerca. Murmuran. No escucho el decir. Se quedan quietas un instante. Intercambian sus alientos. Se despiden. Y quien lleva la carga, avanza un poco más pero resbala. Una pequeña zanja entre los ladrillos no deja que caiga al vacío. Protege la carga. Tal vez, vale más que su misma vida.
La sigo. Ahora su dirección es
transversal, recorre la zanja donde ha caído hasta
encontrar un cruce que la devuelve a la pendiente. Alcanza la cima pero
hay matorrales de lágrimas de cristo. La carga se atora entre las lágrimas.
Siento su esfuerzo. Ella, mágicamente da vueltas en círculos hacia
su izquierda. Se libera. Parece feliz. La veo
bailar. Se arrulla con su carga y continua.
Otra, tan similar a la anterior se atraviesa
en el camino, la encara. Tal vez son celos. Me equivoco pues estira
su cuerpo para ayudar con la carga. Entre ambas la bajan lentamente
y la toman por los extremos. Siguen caminando con aire
seguro. Sin aviso, la nueva sufre un desmayo. Su cabeza cuelga como
si una brisa la hubiera desnucado; sin embargo el resto de su cuerpo
sigue abrazado a la carga. Ahora el peso es carga y peso
muerto. Una tercera, tan igual a la anterior aparece de
la nada. Abraza a la muerta suavemente como para no dañarla y la
adhiere a la carga. El peso es nivelado. Acomodan sus
cuerpos mientras hablan con sus miradas. Emprenden la marcha. Hay cierta prisa. Una rama entorpece mi visión. Me acerco. Ellas se
dan cuenta que las sigo. Se detienen. Se miran. Me miran. Saben que
en ese momento soy Dios y como Dios les permito continuar
hacia su destino. Ahora caminan con la urgencia de perderme.
Pienso que tal vez inventarán un desvío, pero no, su trayecto más
que conocido es un pacto sin dudas. Sonrío. Veo como se alejan.
Las estoy perdiendo. Me inclino y reconozco un pequeño agujero de
donde surge una manada tan igual a la anterior. Ayudan con la carga
y el cadáver. Me miran con mirada de conjunto anónimo, soy un
estorbo. Me regalan un adiós con sus espaldas y en manada las
hormigas se introducen de nuevo en su destino.
Blanca
Arbeláez
7 comentarios:
Muy bien elaborado. Excelente analogía, me invitó a reflexionar. Felicidades!
Interesante relato. Hormigas como expresión de la humanidad entera con sus problemas a cuestas. Sólo que los acarrean con una genuina y natural aceptación que evita los sufrimientos.
Lidia Esther Salas Rincón ha comentado tu enlace:
"Disfruté la lectura. Participé en la acción. Sentí, como la narradora, la omnipotencia de ser un poco como Dios. De eso se trata la lectura de una obra de arte. De la comunión de sentidos y de emociones "
Hola a todos, muy bueno el cuento, me intrigó y quise conocer el descenlace. Puede despertar mucha curiosidad el movimiento de las hormigas y darles esa carga de feminidad humana,aumenta la expectativa sobre lo que hacen. Felicitaciones a Blanca.
Maravilloso cuento. Es una muestra de como se puede nir de lo cotidiano a lo trascedental
Gustavo
Me sorprende muy gratamente como la autora hace uso de los elementos y les da vida y movimiento, además de concederle presencia a las hormigas como seres sufrientes con sentimientos como todos los tenemos y respetando su origen en dignidad e igualdad. Muy bien logrado.
Victoria
Gracias a todos por sus minutos frente a la pantalla.
Saludos,
Blanca
Publicar un comentario