30 de diciembre de 2010

Posted by PicasaVoces, creadores, presencias, ausencias...
Autores Venezolanos agradece a todos los participantes que este año enviaron sus textos para este Blog o que nos acompañaron en este camino de presentaciones, encuentros, recitales, promociones, que nos siguieron fielmente en Autores venezolanos internacional Facebook y en Avenezolanos twitter, que nos enviaron sus comentarios, que nos escribieron su emoción, su interés especial por un texto. A todos ustedes gracias x estar ahí.
 Que nuestros espacios sean siempre los del encuentro, la tolerancia, la reflexión. Sigamos siempre juntos en este hermoso camino que hemos elegido, o que nos ha elegido a nosotros: la escritura.
La escritura que se hace en esta tierra de gracia Venezuela para toda la humanidad


Un fuerte abrazo de Año Nuevo


Ana María


Recordatorio en la mañana del 31 diciembre
En octubre de este año, mientras estaba en la sala de espera de mi vuelo de regreso de Sevilla/Madrid/Caracas, conocí a un señor, andaluz, que entre cuentos y cuentos de su larga y trabajosa vida, me explicó cómo se hacen los jabones, sus jabones artesanales que venden en las tiendas de lujo de las ciudades españolas. Hoy, al despertarme, recordé intempestivamente este encuentro que tenía retenido y desapercibido en mi memoria. En este último día del año, capté el afortunado trasfondo de este episodio. Sí, cuando el señor me dio el secreto final para el éxito de los jabones: La limpieza que se renueva. Lo que este hombre me transmitió es la filosofía de la circularidad, porque para elaborar una limpieza, hay que enjugar los sucios, restregarlo en círculos hasta quitarlo, así como es la circularidad de la vida, de la Tierra en que vivimos, el círculo que permite el encuentro una y otra y otra vez, con la promesa de que cada vuelta es nueva en adelante, para estrenar una vida limpia, brillante, en eterno primero de enero.
Un fuerte abrazo,
Astrid

9 de diciembre de 2010

Panegírico, por Noellia Fernandez Vallejo


Noellia Fernández Vallejo se halla en la búsqueda de un lugar como narradora, desde su piso de ingeniero electricista (Universidad Metropolitana 1998, Politécnica de Madrid, 2002) con el que alterna a partir de 1991 cuando resultó ganadora del Primer Concurso de Cuentos, Mención Narrativa, de su alma mater de Caracas. Y luego en 1996, al recibir el estímulo de una mención de honor en el 2do. Concurso Nacional de Minicuentos “Los Desiertos del Ángel”, por dos de sus primeros pinitos públicos. Autores venezolanos le da la bienvenida a esta  autora de elegante minificción .



            Él era de esos hombres, que por no mirar directamente, sólo hizo contacto visual con los adoquines del piso por el que caminaba. Su andar era imperceptible, no se le sentía al llegar ni al salir, y llevaba siempre las manos en los bolsillos, cosa que hacía que sus hombros lucieran tristes. Si él se encontraba en una habitación, ésta se sentía imperturbada. Su conversación era correctísima, nunca abordaba temas políticos, religiosos o tabúes, le había dicho su madre que no era de buena educación hablar de aquello, y el volúmen de su voz era siempre el más adecuado, cero pasión. Aunque le gustaban los animales nunca tuvo uno, puesto que los pelos de gato y el olor a perro le aguaban la nariz. No usaba lentes, no era calvo, no era ni alto ni bajo, de estatura promedio como se diría; no era ni muy blanco ni muy moreno, mucho menos albino o pelirrojo, tampoco era atlético o gordo, simplemente era una de esas personas que pasan completamente inadvertidas. Nunca le conocí una novia, tampoco es que lo conociera mucho, pero jamás lo vi con nadie ni del sexo opuesto, ni de su mismo sexo; creo, que a la única persona que saludaba retirando su mirada del suelo era a mí.

            Por más de 40 años fui el portero de su edificio, jamás llegó tarde, siempre lo hacía a la misma hora; nunca oliendo a alcohol, nunca a colonia de mujer, ni barata ni cara; jamás dando tumbos o con esa sonrisita de quien la ha estado pasando bien, pero jura que se ha portado mal. Nunca hizo nada malo. Jamás recibí para él ni carta, ni paquete, ni regalo... en fin, que no sé ni siquiera cómo se llamaba.

            Hoy vengo yo y sólo yo, a leer esto que escribí, en un salón vacío, en el cual no ha entrado nadie en todo el día. Para quien pasara por esta vida sin pena ni gloria, sin ser notado, sin ser escuchado, ni apreciado, el que hoy yace, con la misma actitud que lo caracterizara en vida, sin perturbar la quietud de la sala, alguien, a quien nadie recordará.   


NOELLIA FERNÁNDEZ
9 de Noviembre de 2010