El nombre de la escritora
María Calcaño (1906-1956) es el de una poeta a la cual pocos han escuchado
mencionar. Es más se podría decir que es ahora cuando por vez primera nuestra
crítica se ocupa de ella con cierto interés. Todo ello partió de la Antología poética (Maracaibo:
Universidad del Zulia, 1983.182 p.), obra que preparó el crítico
Cósimo Madrillo. Gracias a esta recolección pudimos leerla. Claro está que hay
algunas páginas del pasado sobre su obra. Tal la que escribió Héctor
Cuenca(1897-1961) un constante amigo, siempre estimulante (Apuntes sobre la
poesía femenina venezolana, El Universal, Caracas: marzo 3,1940); también
la reseña que de uno de sus libros hizo, en los años cincuenta, cuando ella ya
había fallecido, José Ramón Medina (Canciones que oyeron mis últimas muñecas, Revista
Nacional de Cultura, Caracas, n/ 120,1957,p.143-145) o la glosa de René
Durand(Canciones que oyeron mis últimas muñecas, Cultura universitaria,
Caracas, n/ 61-62,1957, p.100-l0l). Pero eso fue casi todo. Poco dijo la
crítica de sus libros Alas fatales
(Santiago: Nascimento, 1935.145 p.), Canciones
que oyeron mis últimas muñecas (Solapa: Héctor Cuenca. Caracas:
Asociación de Escritores Venezolanos, 1956.82 p.) y Entre la luna y los hombres (Madrid: Gráficas Aragón, 1961.126 p.).
Tampoco la encontramos en las antologías. Sólo está en un centón seleccionado
por Oscar Sambrano Urdaneta (Por mano de mujer. Barquisimeto: Universidad
Centro Occidental, 1980, p.159). Ahora se han publicado sus Obras
completas. (Prólogo: Gonzalo Ramírez Quintero. Maracaibo: Sociedad Dramática,
1996.252 p.).
Y
muy poco se glosó el escribir de esta mujer, buena parte de cuyo registro toca
la zona resbaladiza de la sexualidad, expresada ella con especial libertad.
Ella misma, y así lo dice,
sabía que como mujer, solitaria, apartada como fue,
solamente era “un almacigo de palabras locas” (p.20).Y ya en el poema que abre
su primer libro Alas...ya sabe quien era y aquello que la dominaba
“Perdida/de deseos anchos/hechos en mi boca”(p.20). Por ello a lo largo de
muchos de sus textos invita al deseo a venir hacia ella. Por ello “el aire me
hastía, los deseos me apresan” (p.55),”sangre mía absoluta/impetuosa y
ardiente”(p.77), dice en otro de ellos. Así en Juguete vivo esta
mujer desde sí misma, desde su “cuerpo estremecido”(Antología...,p.181),desde
su piel llamó al hombre a acompañarla, en composiciones incluso impresas en los
años treinta, antes de su primer volumen, en una época que cantar así era ser rara
avis. Ella es la mejor muestra del modo como la mujer entre nosotros miró
los contornos de la sexualidad viva.
Lo
hecho por María Calcaño nos recuerda que también fue en nuestra ficción en
donde la mujer dibujó los goces de la sexualidad dentro de una escritura muy
distinta a la del hombre. Tal sería el caso de los cuentos de Lourdes
Morales(1912-1989) recogidos en su libro Delta en soledad.(Caracas:
Impresores Unidos, 1946. 105 p.), volumen el primero, sin duda, de nuestros
libros de narración erótica, familia de escritos que hoy podemos leer dentro de
otra perspectiva tras el desarrollo reciente de nuestra ficción pasional.
II
Uno
de los sucesos más importantes de la actual literatura venezolana lo constituye
la recuperación de la obra de la poeta marabina María Calcaño. La aparición de
sus Obras completas va a facilitar la comprensión de este
nombre decisivo de nuestra poesía contemporánea, quien fue también figura
central de nuestra escritura femenina. El poner todos sus libros en manos de
los lectores actuales, volverlos a hacer circular, nos está permitiendo volver
en forma de conjunto, a través de estas Obras... podemos mirarla
de cuerpo entero, dentro del rotundo decir de todo su orbe poético, en su lugar
y en su tiempo, momentos en los cuales fue una adelantada.
Y
ello es así porque si algo, salvo alguna que otras voces, contribuyó al
silencio guardado sobre sus decires lo explica el hecho de haber sido una audaz
y una constructora. Antes que ella ninguna mujer se había expresado en nuestra
literatura como ella lo hizo, ninguna había abierto su imaginación a la
comprensión de los dones de la sexualidad plena de la forma como lo hizo ella.
Por ello antecedió a otras. Piénsese sino que su mas recio discurso, aquel
universo impregnado de hondo erotismo, aquel “cuerpo estremecido”(Antología...,p.181)
lo encontramos ya en 1935, antes de publicación de su primer libro, en un
momento el cual nuestras mujeres no se expresaban así mismas, ni dejaban por
escrito el testimonio mujeril que la Calcaño dejó estampado en sus
libros.
Si
nos detenemos cuidadosamente ante el material que ella recogió en sus tres
únicos libros nos daremos cuenta como en ella existió desde que tomó conciencia
de si misma una vocación por la palabra. Por ello en su primer poema escribió
“Sino sumo nada!/solo un almasijo/de palabras locas/Perdida/de deseos
anchos/hecho miel en la boca/perpetua ansia de florecimiento/Pero rama
fácil/para el nido/y el canto/Toda pensamientos.../Si no sumo nada!”(p.20).
Pero esa vocación, que ya hallamos presente en Nada, fue también
una inclinación surgida para testimoniar su condición femenina porque si
alguien escribió con su cuerpo, desde su cuerpo, antes que eso se hiciera
conciencia a nuestras escritoras, esa persona fue María Calcaño.
Pero junto a esto
fue la suya una condición pasional, por ello pudo recrear el reino intenso de
la sexualidad. Y tras sus poemas, detrás de ellos, hallamos un amante, un
hombre, que es el interlocutor de toda su obra, un ser que escucha
directamente, una persona que no es una fantasía deseada sino un ser presente,
encarnado en el vivir y en el expresar de la poeta. Nunca es un ser fantasioso
sino una persona real, alguien que asiste al existir de la poeta.
Y
es tan vivo el discurrir de la propia sexualidad, con el propio erotismo, que
esto es lo que explica el gran silencio guardado en torno a ella. En una
sociedad machista como era aquella en la cual escribió, en donde eran escasos
los hombres sensibles que más tarde pediría Anais Nin(1914-1977),cuyos críticos
no se habían acercado al feminismo, para todos aquellos, fíjese que las
excepciones que se podrían citar no llegan a cinco, ella constituyó un caso
raro, un caso escandaloso. Eran pocos, fueron pocos, los que pudieron entender
la calidad de aquel mensaje vertido en versos el cual venía de lejos, como ella
lo dice en Nardo puro, les llegaba a través de los versos de una
bella maracucha, quien no tenía miedo de decir lo que sentía. Y les llegaba sin
la sexualidad reprimida de una Enriqueta Arvelo Larriva(1886-1963) o del quieto
canto de una Luisa del Valle Silva(1896-1962). Al lado de estas grandes poetas
María Calcaño era una erupción, un volcán, quien sólo padecía de cierto sentido
de culpa, evidente en algunas composiciones como Grito indomable, Retorno, Fiereza, Grieta y
en algunos de los breves textos finales de Alas...(p.102,145,228).
Y ello era explicable. Aun el tiempo del sexo libre y sin culpas no había
llegado. Sólo había pasado un año de su deceso cuando Lawrence
Durrell(1912-1990)publicó El cuarteto de Alejandría(1957) donde
ello es así.
María
Calcaño fue en su poesía, y sin duda en su vivir, una rebelde. De ello tuvo
conciencia. Por ello dijo: ”Me ven libertina/porque soy rebelde/de muchas
cosas/y porque llevo/la carne abierta/en rosas”(p.105).Y en su testamento
poético, el volumen Entre la luna...,publicado a un
lustro de su muerte, por Héctor Araujo Ortega(1907-1967), su compañero, dijo
esto “Habrá algo más lindo/que mi alma?/Mi alma es un navío/sobre el agua
multiforme/Luna,/tranquila nube,/vela henchida./Tempestad./Oleaje
desbaratado/con su carga de angustia/y de naufragios”(p.160).
Pero
no fue María Calcaño la escritora que sólo dibujó en sus metros los contornos
del cuerpo, con el cual escribió, y la sexualidad, un ser que amó al hombre,
que lo deseó con fuerza, quien expresó su erotismo con diafanidad (por ello el
vocablo locura, que tantas veces aparece en su escritura, nos resulta su
palabra más inquietante),fue también un ser con una honda conciencia social,
cosa que es posible observar al leer sus escritos, poemas como Angustia o En
cualquier lugar del mundo así nos lo indican; también pensó en la
maternidad. Y en ella no como un producto automático del vivir con un hombre
amado sino como suma alta, la más elevada de los seres humanos.
Pero
no es el suyo solamente un canto a los dones de la vida, al vivir pleno, alegre
del placer sexual; es también ella, y a partir de ello, la reflexión sobre todo
lo humano que conduce a la muerte, al fin, al final. Ultimo momento que se
entrelaza con el amor, con el ser amado, tal un poema tan sabio como Perdió
la muerte sus buenos días, redactado mientras el cáncer, que la llevó a la
tumba, la devoraba. Es por ello que pidió: ”Quiero morirme/un día de
estos.../Que nadie pregunte/como he perecido,/qué nadie lo note!/Que ni la
misma muerte/se entere/que he partido”(p.227).
Diciembre 16,1996
2 comentarios:
Excelente poeta, muy poco tomada en cuenta
El trabajo de Lovera De Sola, más allá de su labor en la promoción de la lectura, tiene el mérito de resaltar el valor de las letras femeninas con la comprensión de su esencia íntima.
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